¿Por qué la palabra ‘trans’ es confusa y el transgenerismo es una trampa liberal?
Ana de Miguel afirma con mucha razón que “uno de los retos principales del feminismo hoy es el de la claridad conceptual”. Y si hay un debate donde la claridad conceptual es imprescindible es en la llamada ‘cuestión trans’. Muchos de los agrios malentendidos del virulento debate actual vienen de haber aceptado acríticamente el término ‘trans’, fundiendo y confundiendo los términos ‘transexual’ y ‘transgenerismo’. Las mismas feministas hablan sin mayor reflexión de ‘personas trans’, como si usar la palabra ‘trans’ nos dijera algo claro y preciso. Por ejemplo hoy mismo me han preguntado si Andrea Dworkin escribió algo del tema trans (sic). Andrea Dworkin, autora pionera y activista del feminismo radical, escribió sobre transexualidad en Woman Hating: A Radical Look at Sexuality en 1974. (El libro se encuentra en PDF en inglés y portugués y parcialmente en castellano en Dworkinista).
Sin embargo Dworkin no escribió sobre transgenerismo, que es lo que realmente quería saber mi interlocutora. Las propias personas pro-queer que defienden el transgenerismo, cuando llega el momento de hablar de sus referentes, hablan de mujeres transexuales o varones travestis como Marsha P. Johnson, que nunca afirmaron ser mujeres y crearon organizaciones como STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries)
Fijaos en el subtítulo de este libro: ACCIÓN TRAVESTI CALLEJERA REVOLUCIONARIA, y cómo la palabra ‘travesti’ de título, se convierte en ‘trans’ en el subtítulo.
Otro ejemplo reciente es el artículo Homenaje a las activistas trans que han inspirado mi feminismo de June Fernández. La autora habla de ‘mujeres trans’. Sin embargo al leer el artículo podemos comprobar que las activistas que June reivindica son mujeres transexuales.
Más ejemplos. Notad en las imágenes de abajo el paso de “mujer transexual” en el título de la edición original del libro de Julia Serano, a la izquierda, a “mujer trans” en la edición de la traducción al castellano, a la derecha.
En mi caso siempre que me hablan de mujeres trans, pido que me aclaren si se refieren a mujeres transexuales o a personas transgénero, intersexuales, o incluso a travestis, porque para nada da igual, o es lo mismo. Bajo el término trans se engloban a personas diferentes con problemáticas muy distintas.
Y no es solo una cuestión terminológica, hay profundas diferencias de fondo. Para mí no tiene sentido que me pregunten ¿piensas que las mujeres trans son sujetos del feminismo? porque por ejemplo considero que las mujeres transexuales sí lo son. No porque lo diga yo, sino porque llevan décadas formando parte del movimiento feminista sin generar ningún problema ni conflicto. Por tanto no hay que incluirlas o aceptarlas en el movimiento feminista, porque hace muchos años que forman parte de él, por mucho que lo ignoren o no lo acepten algunas feministas o personas transactivistas sectarias y fanáticas. En el caso de los travestis son ellos mismos lo que afirman ser varones, como La Ely, un travesti asesinado en 2018 en Valladolid en un claro crimen de odio, como los son también los asesinatos de mujeres transexuales, de mujeres lesbianas, de mujeres heterosexuales. Y nunca olvidemos que a todas nos violan y asesinan los varones, no las feministas o las mujeres transexuales. Porque esto no va de egos, ni de luchas personalistas, ni de la penosa y casposa política española. Va de las mujeres, de las adolescentes, de las niñas de todo el mundo, porque es una lucha global. Y lo más estúpido y triste en una guerra es equivocarte de enemigo.
Como he dicho antes, no estamos solo ante un debate de palabras, sino ante un debate que afecta al corazón del feminismo, a su sujeto político, a las niñas, jóvenes y mujeres. Las personas transexuales son personas que han adquirido algunas de las características físicas de las personas del otro sexo, mediante tratamiento hormonal o quirúrgico, o al menos están en ese proceso; también pueden ser personas intersexuales que han optado por tener las características que le sean posible de uno de los dos sexos. Las personas transexuales tienen la apariencia de otro sexo distinto al que nacieron, y así son leídas, percibidas, por las demás personas, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Ahora comparemos con la definición de personas trans, y podrá comprobarse cómo es muy diferente, aunque si no se presta atención puede parecer igual. Esta es la definición de personas trans que aprendimos tras escuchar a voceros y voceras del transgenerismo: una ‘mujer trans’ (o ‘transmujer’) es una persona nacida varón que se identifica como una mujer; un ‘hombre trans’ es una persona nacida mujer que se identifica como un hombre. Según este artículo en The Guardian , “por qué una persona se siente masculina cuando es biológicamente femenina, o al revés, por ahora sigue siendo algo incierto”, y tenemos que contar con que así seguirá siendo en el futuro próximo. Aquellos varones que se identifican como mujeres y aquellas mujeres que se identifican como hombres no piensan todos igual, ni mucho menos. Hay algunas de estas personas que se sienten representados por el transgenerismo y los transactivistas, y muchas otras que no, y son atacadas y amenazadas por ello. Estas personas transexuales que se oponen al transgenerismo porque piensan que les irrespeta y no les representa tienen reservado el término ‘truscum’ o ‘transcum’ por parte de transactivistas que tanto piden respeto para las personas trans… menos para las que piensan de un modo diferente, porque ‘transcum’ significa ‘escoria trans’.
La realidad es que el transgenerismo acosa, amenaza y ataca a mujeres transexuales, y a mujeres lesbianas y feministas.
Cuando hablamos de ‘personas transgénero’ hablamos de mujeres y hombres que se identifican con el sexo contrario al que nacieron. Y aquí comienza una cuestión sobre la que no hay abierto un debate racional, ni dentro del feminismo ni fuera de él. No sé por qué cuesta entender tanto a algunas personas que las feministas no podemos permitirnos considerar sujeto del feminismo a cualquier varón que se nos acerque y nos diga que él se autoidentifica mujer, y por tanto lo es, y si las feministas o lesbianas no lo aceptamos sin más somos automáticamente unas tránsfobas y unas terfs, y existe, según ellos, el derecho a asesinarnos.
Aceptar la principal tesis del transgenerismo (las mujeres trans son mujeres) tiene innumerables consecuencias, no solo para las feministas, sino para todas las mujeres como casta oprimida; consecuencias que no hay que ocultar y hurtar al pueblo al pretender cancelar el debate (las mujeres trans son mujeres y se terminó el debate). No afecta solo al feminismo, sino a toda la sociedad.
Las consecuencias de aceptar las tesis del transgenerismo en el cuerpo legislativo de nuestros países respectivos tendría que ser el debate, más si se presentan leyes transgénero similares a la Gender Recognition Act (GRA) del Reino Unido, la Amendment to the Sex Discrimination Act 2013 de Australia o la Bill C-16, 2016 de Canadá, países donde ya están pagando las consecuencias de aprobar leyes trangénero sin el necesario debate político y social. Podéis leer a las autoras que plantean el debate en The Left Are Abandoning Women; and in Doing So, Abandoning Everything They Stand For sobre el Reino Unido, la página web de Meghan Murphy sobre Canadá, o el capítulo 7 de Gender Hurts de Sheila Jeffreys: “Un choque de derechos. Cuando el género se inscribe en la ley” sobre la Amendment to the Sex Discrimination Act 2013 australiana, entre otras cuestiones relacionadas con la aprobación de leyes transgénero. Sheila Jeffrey plantea: La creación del derecho a la “identidad de género” crea un “choque entre derechos” en el que los derechos exigidos por un grupo de personas (transgénero) pueden poner en peligro los derechos de otro grupo (mujeres)”. Por tanto es inaceptable que “los grupos de mujeres y feministas no estén invitados a consultar sobre tales cambios legales, como si no tuvieran nada relevante que decir a pesar del hecho de que los varones pueden, bajo dicha legislación, obtener el derecho a ser reconocidos en la ley como “mujeres”. (Sheila Jeffreys)
(Sobre la rechazable colaboración con fuerzas de ultraderecha de algunas de estas autoras siguiendo el nefasto principio de el enemigo de mi enemigo es mi amigo ver ¿Activismo feminista radical en el siglo XXI o colaboración con el fascismo?)
El feminismo entendido como movimiento de liberación de las mujeres jamás podrá aceptar la base del transgenerismo (las mujeres trans son mujeres), como el movimiento de liberación negro o antirracista no podrá aceptar nunca que es negra cualquier blanca que pretenda ser negra porque ella dice que así se identifica, como ya sucedió con Rachel Dolezal. ¿Blanca o negra? Polémica por la raza de una líder afroamericana en EE.UU.
El transgenerismo ha querido aprovecharse desde su origen del prestigio de un movimiento muy anterior al transgenerismo: el movimiento transexual. Usan la simpatía que generó en la sociedad, y ahora la palabra transexual les parece mal, te insultan y descalifican si la usas… y te acusan de transfobia, aunque seas una mujer o un hombre transexual. El movimiento transexual, surgido en los 70, en los 80 en España, supo ganarse la simpatía general, y la mayoría de la sociedad apoyó sus demandas (en esos momentos la principal era que la Seguridad Social cubriera los gastos de las operaciones que se llamaron de “cambio de sexo”, porque, decían, “habían nacido en el cuerpo equivocado”).
El colectivo transexual creó sus propias organizaciones para luchar por sus demandas, y colaboró en numerosas ocasiones con el movimiento feminista, manteniendo ambas fuerzas su autonomía. Cuando en los 90 e inicios del siglo XXI surge el transgenerismo, al calor de la teoría queer, aprovecha la simpatía, apoyo y complicidad creada por el movimiento transexual para ganarse a la sociedad para su causa. Por eso es muy importante mostrar las diferencias entre ambos movimientos, ya que los partidos políticos no parecen advertir esas diferencias (y son los partidos políticos quienes han legislado y legislarán sobre la materia).
En ese momento empieza la confusión con la que hay que acabar si queremos avanzar y encontrar soluciones para las personas de ambos sexos que sufren una ordalía a nivel personal por cuestiones de sexo y/o género. Hay que saber en cada momento de qué estamos hablando, a qué nos oponemos las feministas y a qué no.
Las mujeres transexuales llevan décadas formando parte del movimiento feminista, sin que se hayan conocidos problemas mayores entre ellas y las feministas de ninguna corriente. Las feministas han tenido sus organizaciones, y las personas transexuales las suyas, conviviendo y colaborando sin conflicto contra el enemigo común: el patriarcado, al menos desde los años 80 del siglo XX.
Ha sido la llegada a nuestros territorios de la misógina y liberal ideología del transgenerismo la que ha creado multitud de conflictos entre feministas y transactivistas. No resultan extraños esos choques porque ambas filosofías son antagónicas (materialista el feminismo, idealista la teoría queer y el transgenerismo, ambos términos entendidos con su significado filosófico). Al contrario que las personas transexuales que crearon sus propias organizaciones y su propio movimiento, el transgenerismo pretende tomar por la fuerza el movimiento feminista, usando todo tipo de tácticas violentas y sin escrúpulos, como hemos visto. Quienes defienden acríticamente el transactivismo y los medios que les publican tendrían que reflexionar porque callan antes las expresiones diarias de odio hacia feministas y mujeres lesbianas y transexuales. Jamás se toleraría que los varones nos dijeran a mujeres lo que nos dicen transactivistas que no ocultan sus deseos de vernos violadas, torturadas o muertas.
¿Tienen derecho a hacerlo? NO. Rotundamente no. Por acción o por omisión, por mala fe o por ignorancia, estáis aceptando que en nombre del colectivo trans está permitido, por lo visto, una vez más, amenazar de muerte feministas, a mujeres, a las que anteriormente se ha demonizado, manipulando su discurso. Perdonad compañeras, pero eso es muy viejo. Todo este patrón de desprestigio, acoso y ataque viene acompañando al feminismo y a las feministas desde su mismo nacimiento, y se llama patriarcado.
Querer incluir en el mismo espacio a mujeres feministas y a personas queer o transgénero siempre va a generar conflictos, más si estas últimas quieren imponer por la fuerza verbal o física sus puntos de vista, su presencia en espacios feministas, en los escasos espacios seguros de las mujeres; si se niegan al debate racional, y tachan a cualquier mujer que no se adhiera al transgenerismo de tránsfoba y terf, incluso aunque esta mujer sea una mujer transexual. Resulta evidente que una mujer que está siendo insultada y amenazada se va a negar a compartir espacios con quienes la tratan así, espacios de mujeres que hasta ahora se consideraban seguros. Y no hablamos solo de palabras. Este video fue grabado este mismo año en Buenos Aires. Una persona identificada como mujer, agrede e intenta ahogar a una feminista radical en una asamblea feminista. Una acción individual, sí, que no solo no fue rechazada, sino que fue justificada desde espacios queer.
Hemos de echar la vista atrás para comprender lo que está sucediendo en la actualidad. En los años 90, con la llegada de la “tercera ola” posmoderna y queer, la idea de la mujer como clase o casta sexual había sido rechazada por el feminismo institucional, y se habían olvidado las opresiones particulares experimentadas por las mujeres como un colectivo subordinado por la casta de los varones, el racismo, el capitalismo y el imperialismo. También se habían rechazado y olvidado todos los análisis del feminismo de la “segunda ola” sobre el patriarcado y sus diversas opresiones, considerados ya obsoletos y anticuados, aunque la situación de opresión de las mujeres no hubiera cambiando.
A partir de 1990, al par que se difundían e imponían las teorías neoliberales del triunfo definitivo del capitalismo y del fin da la historia (Fukuyama), la teoría queer empezó a infiltrar el movimiento feminista. Un movimiento feminista revolucionario no era acorde a esos tiempos neoliberales. Como escribí en el artículo ¿Por qué la teoría queer es una teoría misógina engañosa que no conduce a la revolución feminista? por muy feminista y transgresora que se presente, la teoría queer es antifeminismo individualista y liberal; misoginia y lesbofobia disfrazada de transgresión; legitimación de conductas y actitudes muy dañinas para mujeres y niñas; una forma sofisticada del patriarcado de infiltrarse en el movimiento feminista y destruirlo desde dentro.
La ideología transgénero es el resultado del ascenso meteórico de la teoría queer en una izquierda desnortada tras la caída del muro de Berlín y la enésima puesta en cuestión del sujeto revolucionario, que se negó abiertamente que fuera ya la clase trabajadora. Buena parte de la izquierda da la bienvenida a la teoría queer y al ‘nuevo sujeto revolucionario’ queer, aunque contrariamente a las afirmaciones de esa ‘nueva izquierda’, la teoría queer es liberal, misógina y no rechaza el esencialismo biológico, sino que lo perpetúa simplemente invirtiendo el orden. La teoría queer y su versión transgenerista afirman que el sexo binario, ya sea femenino o masculino, es “socialmente asignado”, y no es un hecho biológico; en contraste, el género, el sentimiento de “feminidad” o “masculinidad” de un individuo, afirman que es pre-social, que surge del “ser interior”, sin especificar mucho que es ese “ser interior”, algo que sucede con muchos de los conceptos usados por el transgenerismo. Pero recordemos: el transgenerismo no se debate. Se acepta ¡y si no eres tránsfoba y fascista! Esta ideología liberal no tiene una base científica ni material, es una ideología metafísica que anula y niega la realidad de los hechos, y que rehúye una y otra vez el debate racional.
Por desgracia, cualquier persona que se atreva a criticar las “verdades” del transgenerismo es insultada y acosada, y demonizada por parte de la izquierda, mientras esta ideología está llevando a que las niñas y niños entren en una hoja de ruta médica que comienza con el tratamiento hormonal, que inevitablemente tendrá consecuencias irreversibles, que continúa con los bloqueadores de pubertad, y que “concluye” con la tendencia cada vez más común, la también irreversible mastectomía para mujeres adolescentes y jóvenes. La intervención médica y la cirugía nunca transformarán a un individuo en alguien biológicamente del sexo opuesto. La cirugía de “cambio de sexo” (hoy llamada “reasignación de género”) solo puede simular órganos sexuales, por ejemplo, extirpando el pene y los testículos para construir una cavidad interna en el cuerpo masculino, o creando un pene protésico hecho de carne tomada de otro lugar del cuerpo femenino. (Evito añadir fotografías de estas cirugías por ser realmente bastante desagradables).
Esta es la realidad que comprueban numerosas personas que “cambian de sexo”, creyendo que ese “cambio de sexo”, además de legal, lo va a ser también a nivel biológico y anatómico. Hay discusión sobre la cantidad de personas que “detransicionan”, es decir, que tratan de volver a su sexo original tras hormonarse y/o ser operadas, pero es una realidad cada vez más extendida. En la época del auge del movimiento transexual, antes del transgenerismo, las personas que se operaban y se arrepentían en ningún caso llegó ni al 5%. Esas cifras implican que más de un 95% no se arrepentían. Así que el hecho de que se pidan, como en esa época, algunos requisitos para esa operación, empezando por ser mayor de edad, no parece atacar a estas personas, sino más bien ofrecerles garantías.
En el artículo El lobo de la masculinidad se viste con la ropa de oveja de la ideología de género de Tom Farr podemos leer: “El transgenerismo es una ideología masculinista. No hay nada feminista o pro-mujer en ella. Reifica los estereotipos de género, borra el cuerpo femenino, y luego afirma que los hombres pueden colonizar a las mujeres en base a sus sentimientos subjetivos. Priorizar la mente masculina sobre el cuerpo femenino es la característica definitoria del pensamiento patriarcal, y siempre lo ha sido. El transgénero es un análogo de la religión patriarcal. Es parte de la reacción contra el feminismo. También es completamente innecesario para diagnosticar y ayudar a las personas con disforia, por supuesto, por lo que estas personas son llamadas truscum (escoria trans) por el movimiento transgenerista”. Así tratan a las mujeres o varones con disforia, o las mujeres y hombres transexuales que se oponen al transgenerismo. Y esto no son solo palabras, es algo que algunas feministas hemos podido comprobar cuando mujeres transexuales nos han pedido ayuda ante el doble ataque por parte de personas crueles que se llaman a sí mismas o transgeneristas, o feministas. Personas que son enemigas acérrimas, pero que no tienen ningún problema en acosar juntas a mujeres transexuales, hasta llevarlas a intentar poner fin a su propia vida.
Dentro del mismo transgenerismo tampoco se aclaran mucho de qué defienden, de qué quieren realmente. Basta leer este Manifiesto Transfeminista difundido en 2018, cuando afirma por ejemplo que “el sujeto político del feminismo se nos ha quedado pequeño, es excluyente por sí mismo”.
Mientras se use la palabra trampa ‘trans’ (trans ¿qué? ¿transexual? ¿transgénero? ¿transnacional? ¿transgénico? ¿transhumanismo?) seguirá la ceremonia de la confusión generada por las dos partes enfrentadas y rechazadas por buena parte de las feministas y de las personas transexuales: las feministas realmente tránsfobas (que las hay) y las personas que defienden el transgenerismo (que ofenden e irrespetan antes de a nadie a las personas transexuales disconformes con la ideología transgénero, y a las mujeres lesbianas, a las que transactivistas no dejan de insultar, acosar y presionar por no querer nada que ver con penes en sus relaciones sexuales).
Ambos grupos son mucho más parecidos de lo que piensan. Ambos bandos se niegan a distinguir entre personas transexuales y personas transgénero. Ambos grupos son dogmáticos, fanáticos y sectarios, y enredan en sus violentas discusiones a quien quiera debatir seriamente sobre la transexualidad y el feminismo, o sobre las tesis del transgenerismo o la teoría queer. Ambos bandos presionan a todo el mundo, especialmente a las feministas, para que te posiciones a su lado acríticamente, y ambos bandos crean un clima de miedo y hostilidad, donde no puedes despegarte ni un 1% de ninguna de las dos posturas enfrentadas sin ser acosada y/o amenazada por ambos grupos. Ambos bandos rehúyen el debate argumentado, ambos bandos coartan la libertad de expresión de la mayoría de mujeres, sobre todo de las feministas, las mujeres lesbianas y transexuales y las mujeres con disforia. Ambos bandos insultan más que argumentan y razonan. Ambos bandos se creen tan diferentes, y como muestra la realidad de los hechos, son demasiado parecidos: personas irracionales y violentas, al menos de palabra, cuando no de hecho. Ambos bandos acosan en público, y con más saña, en privado. Ambos bandos deshumanizan a las personas que consideran enemigas y las atacan cruelmente, sin ningún límite, sin ningún escrúpulo, sin ninguna ética, ni feminista, ni siquiera humanista.
Si expresas lo que honestamente piensas y no te alineas férreamente a una de las dos posturas en conflicto, serás acusada simultáneamente de ser pro-trans y anti-trans, de caballo de Troya del feminismo y de TERF, y por supuesto, de ser patriarcal ¡por los dos bandos! Y dará igual si incluso eres una mujer transexual. Dará igual. Esa persona será acosada por ambas pandillas de matonas y matones acosadores; por un bando por ser mujer transexual, y por el otro bando, igual, por ser mujer transexual y por no adherirte al transgenerismo. Ambos bandos olvidan, que mujer o varón, una persona transexual es un ser humano, al que no tienen derecho a acosar durante meses o años, hasta llevar a esa persona a una situación límite.
Otra realidad de hoy día es que hay un buen número de feministas que no desean pronunciarse sobre la llamada ‘cuestión trans’ por las razones que sea. Es inaceptable las presiones que reciben muchas feministas por ambos bandos para obligarlas a pronunciarse, y acto seguido acosarlas si su pronunciamiento no coincide al 100% al esperado por quienes las presionan. En algunos casos estas feministas no se pronuncian porque no tienen una opinión formada, en muchos otros porque no tienen por qué recibir este acoso de un bando u otro, o por parte de los dos bandos, o porque temen ser despedidas, y perder su puesto de trabajo por supuesta transfobia, como ya ha habido casos de profesoras y periodistas.
Quienes no admiten la más mínima crítica al transgenerismo, una ideología política que ha de estar sujeta a crítica, como cualquier otra, critican a las feministas, que coherentes con su ideario y sus bases teóricas, luchan por la abolición del género. Quienes cierran el debate antes de que empiece con sus acusaciones de transfobia quieren que se abra el debate dentro el feminismo. Son dos contradicciones de actualidad del transgenerismo, pero ni las únicas ni las más importantes. El transgenerismo puede ser criticado, como lo es cualquier otra ideología o movimiento político. Las amenazas, chantajes y vetos a feministas críticas con el transgenerismo son INACEPTABLES. También son INACEPTABLES los insultos, desprecio y acoso de una parte (cada vez más minoritaria) del llamado radfem o del feminismo burgués académico a las mujeres transexuales. Así no hay espacio para un debate racional y respetuoso. Y menos aún es respetuoso con las personas que cada bando asegura defender. Muchas veces me pregunto cuando asisto a esas violentas y obsesivas discusiones si a esos dos bandos matoniles realmente le importan las mujeres, o las personas transexuales, o las personas con disforia, que sin permiso de nadie, dicen representar.
Para terminar mostraré mi respuesta a muchas preguntas que se hacen sobre la llamada ‘cuestión trans’. No pretendo tener la razón absoluta. Me baso sobre todo en lo que he escuchado a las personas más afectadas, que son precisamente las que menos altavoces tienen en este debate, porque sus verdades, sus experiencias, no interesan realmente a ninguno de los dos bandos sectarios y fanáticos, simplemente porque sus realidades escapan a sus rígidos esquemas. Y he decir que me extraña mucho que haya tantas personas de un lado y del otro tan seguras y convencidas de conocer la verdad absoluta en cuestiones tan complejas como las planteadas por la existencia de personas transexuales, intersexuales o con disforia.
¿Hemos de estar de acuerdo con cualquier crítica al transgenerismo? NO. ¿Es tránsfoba cualquier crítica al transgenerismo? NO. ¿Puede una crítica concreta al transgenerismo incluir transfobia? SÍ. ¿Hay entre las radfem algunas mujeres tránsfobas? SÍ. ¿Toda radfem es tránsfoba? NO.
Llegamos al calor de debate. ¿Hay mujeres transexuales? SÍ. ¿Todas las personas que dicen ser mujeres transexuales lo son? NO. ¿Hay radfem que niegan que existen mujeres transexuales? SÍ. ¿Hay farsantes en el transgenerismo? SÍ. ¿Una feminista ha de oponerse a las propuestas del transgenerismo? SÍ.
¿Quiénes son las mujeres transexuales? Las personas que han adquirido algunas de las características físicas de los varones, mediante tratamiento hormonal o quirúrgico. Las mujeres transexuales son percibidas por tanto como mujeres. ¿Una persona nacida varón que dice que es mujer porque se identifica como mujer es una mujer transexual? Solo por eso NO. Y afirmar eso está haciendo un daño quizás irreparable.
¿El género se elige? NO. Te es impuesto según tu sexo al nacer. ¿Existen la disforia de género y la disconformidad de género? SÍ. ¿Se conocen las causas de la disforia? NO.
¿Están todas las personas transexuales de acuerdo con el transgenerismo? NO. ¿Son iguales las mujeres transexuales al resto de mujeres? NO. Por eso se denominan mujeres transexuales. ¿Cuáles son las diferencias? Además de las físicas, normalmente las mujeres transexuales han sido socializadas como varones, con las consecuencias que esa diferencia de socialización implica.
¿Son las mujeres transexuales parte del sujeto político del feminismo? SÍ. Lo son hace décadas, aunque pocas de las personas participante en el debate parecen saberlo. Algunas feministas dicen que las mujeres transexuales son una amenaza para el feminismo. ¿Lo son? ¿En serio? Como he dicho llevan décadas dentro del movimiento feminista. ¿Qué parte de la población son mujeres transexuales? El estudio más reciente que he encontrado de 2016 calcula 1 cada 15.000 mujeres ¿Y hombres transexuales? 1 de cada 11.000 varones.
¿De donde sacas esos datos? Del estudio más reciente que conozco. Collin, Lindsay, et al. “Prevalence of Transgender Depends on the “Case” Definition: A Systematic Review.” The Journal of Sexual Medicine 13.4 (2016): 613–626 Hay otros anteriores con datos algo distintos.
¿Es el transgenerismo feminismo o transfeminismo? NO. ¿Son las mujeres llamadas transgénero sujeto político del feminismo? No pueden ser sujetos políticos del feminismo personas que afirman que por el simple hecho de decir que son mujeres lo son. Y hacen un daño al propio movimiento transexual, cuyo prestigio ganado duramente a lo largo de décadas utilizan, quizás irreparable, por colonizarlo. Las mujeres transexuales ya he dicho que son parte del feminismo hace décadas.
¿Conoces en persona a mujeres transexuales? SÍ. Hace años. ¿Las odias? Las amo. ¿Qué piensan de este hilo? Ellas han escrito la respuesta a varias de las preguntas, como: ‘¿Quiénes son las mujeres transexuales?’ ¿Estás de acuerdo con el transgenerismo o con el radfem que afirma que no hay mujeres transexuales? Obviamente NO.
¿Está enfrentado el transgenerismo a las lesbianas? A todas las mujeres lesbianas que no aprueban el transgenerismo, que son la gran mayoría, SÍ. ¿Son insultadas y amenazadas por el transgenerismo? SÍ. En esta web se recopilan esos insultos y amenazas donde se publican capturas donde activistas y líderes dentro de la comunidad LGBT acosan a mujeres lesbianas, demostrando su lesbofobia y misoginia también, al señalarlas con insultos sexistas y de odio como ‘TERF’.
¿Qué piensas del término TERF? Originalmente en el feminismo radical, había feministas radicales partidarias de admitir a las mujeres transexuales, y feministas radicales que no lo eran. TERF se refería a estas últimas sin ningún matiz ofensivo. Hoy día es usado como un insulto amenazante y un término de odio.
La página ‘Terf’ es un insulto recoge muchos ejemplos de AMENAZAS DE MUERTE, VIOLENCIA, ACOSO Y ABUSO. Recopila las amenazas de violencia hacia ‘TERFs’, lesbianas, feministas radicales y cualquiera que critique su ideología transgenerista.
En Terf’ es un insulto hay muchos más ejemplos, y no dejan de aumentar cada día. En este artículo ‘TERF’ no es sólo un insulto, es discurso de odio podéis leer muchas de esas muestras de odio en castellano. Me extraña que quienes amparan y jamás rechazan o se desmarcan de esta clase de expresiones tengan la poca vergüenza de acusar de odio o transfobia a las feministas que expresan sus posiciones políticas, pero esa es la conducta habitual de los autores y autoras transgeneristas o queer. En los artículos pro-queer estas amenazas, insultos, acoso, intentos de dejar sin trabajo a feministas, y otras agresiones son sistemáticamente olvidadas. Nunca se mencionan, mucho menos se hace un llamamiento público a transactivistas a ponerles fin.
Amy Dyess, lesbiana estadounidense, escribió un artículo que se viralizó, dada las escasez que voces que tienen la valentía de pronunciarse de un modo semejante, siendo actualmente el artículo más leído sobre feminismo en Médium, titulado TERF es un discurso de odio y es hora de condenarlo. Amy denuncia con contundencia que ese término de odio se use contra todas las lesbianas que tienen la osadía de negarse a incluir penes en sus relaciones sexuales. Las lesbianas tenemos derecho a una palabra que define quiénes somos. Tenemos el derecho de existir y estar orgullosos de nuestros límites. Nuestra existencia no invalida a las personas trans. Mucha gente pansexual y queer se siente atraída por las personas trans, y eso es increíble. No hay nada odioso en ser homosexual, pero los extremistas no quieren que exista la homosexualidad. Lamentablemente, es una experiencia común para las lesbianas recibir amenazas de violación, amenazas de muerte y tener nuestros medios de subsistencia amenazados solo por enfrentar la homofobia. Es hora de defendernos. (Amy Dyees).
¿Has intentado ser equidistante? NO. He escrito honestamente lo que pienso. Quienes me conocen saben que es lo mismo que digo en privado. Soy consciente de que puedo ser atacada de nuevo por este artículo por personas que pertenecen al transgenerismo o el llamado radfem. Se unirían a los fascistas y misóginos que me atacan a diario. Sin embargo pienso que es mi deber como mujer y feminista no callarme.
Por si quieres reflexionar, pienses lo que pienses actualmente, voy a traducir algunos fragmentos del artículo El feminismo radical y el transgénero. Este artículo fue publicado en 2006. Calculad cuantos años teníais ese año. En él su autora ya entonces se preguntaba: ¿Por qué digo que estos temas son un desperdicio de la energía gastada en ellos.
He visto mucha transfobia (prejuicios, malentendidos y daños deliberados dirigidos a transexuales y personas transgénero) mostrados de manera flagrante por algunas feministas radicales. También he visto algunas opiniones claramente antifeministas sostenidas por las personas trans. Ambas actitudes son contraproducentes, hirientes y divisivas. Ninguno de las dos tiene mucho sentido. Ni siquiera creo que sean temas lo suficientemente valiosos como para una discusión seria en la que haya personas que inviertan la cantidad de tiempo y energía en ellas dedican.
¿Por qué digo que estos temas son un desperdicio de la energía gastada en ellos?
Queridas hermanas del feminismo radical: hay un pequeño porcentaje de la población que siente que no nacieron en el cuerpo correcto y desea cambiar su presentación de género. Queridas hermanas del feminismo radical: No son tus enemigos; no son los fundadores del patriarcado; no son los montones de hombres que golpean y violan a las mujeres; no apoyan, como grupo, la violencia contra las mujeres o el salario desigual o el movimiento contra el aborto.
Queridas personas trans: los grupos feministas radicales que no permiten que las mujeres trans participen en reuniones o encuentros solo de mujeres no son el problema que define vuestra opresión.
Queridas personas trans: No he visto todavía a ninguna feminista radical decir que está de acuerdo con que las personas trans sean discriminadas en el trabajo o al obtener vivienda y golpeadas hasta la muerte por bandas de hombres homófobos/tránsfóbos.
Al escuchar la retórica de ambos lados, una pensaría a veces que se trata de un problema de vida o muerte. Y a medida que las caricaturas que se hacen de las otras se vuelven más y más ridículas, me siento cada vez más herida y silenciada porque es obvio que no os escucháis.
Queridas feministas, radicales o no, y queridas personas transexuales y transgénero: buscar, leer y comprender esta clase de artículos, y sobre todo hablar y escuchar a personas reales y no a perfiles de Twitter, os ayudarían bastante más que continuar un diálogo de sordas cada vez más estéril y violento.